Las veinticuatro horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Las 24 Horas de la Amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo por Luisa Piccarreta, la Pequeña Hija de la Divina Voluntad

Décima Hora
De 2 a a 3 h

Jesús interrogado por Anás, insultado y abofeteado en la cara.

Preparación antes de cada Hora

¡Jesús, mi divino guardián! Ya me he entregado al sueño por un rato. Pero como Tú no quieres permanecer solo y sin mí, me has despertado y me has dejado estar contigo en la casa de Anás.¹ Él te pregunta sobre tu enseñanza y tus discípulos. Y tú, oh Jesús, abres tu santa boca y hablas con voz digna y clara: "He hablado públicamente ante el mundo, he enseñado en la sinagoga y en el templo, no he dicho nada en secreto. Pregunten a los que me han oído. Ellos saben lo que dije."

Los consejeros se asombran de esta digna apariencia. Pero la crueldad de un sirviente que quiere mostrarse complaciente con Anás es tan grande que se acerca a ti y te golpea en la cara con puño de hierro, haciéndote tambalear e hincharte el rostro.

Ahora entiendo, mi dulce vida, por qué me despertaste. Tenías razón. En verdad, te habría sostenido cuando estabas cerca de caer. Y tus enemigos estallan en risa y aplauden esta injusticia. Pero yo te apoyo y declaro estar listo para soportar valientemente cualquier sufrimiento por ti. Te compadezco por este abuso. Unido a Ti, quiero expiar las almas temerosas que se intimidan fácilmente; por aquellos que no dicen la verdad por miedo de los hombres; por aquellos que no muestran el debido respeto a los sacerdotes y por tantos errores cometidos murmurando.

Ahora veo, mi Jesús doloroso, que Anás te envía a Caifás y tus enemigos te arrojan escaleras abajo. Y tú, amor mío, expías con esta caída aquellos que se sumergen en la pecaminosidad por la noche, pues la oscuridad les es favorable. Llamas a la luz de la fe a los falsos maestros e incrédulos. - Yo también uniré mis obras de expiación a las tuyas. Hasta que llegues a casa de Caifás, mis suspiros te acompañarán para defenderte contra tus enemigos. Si me vuelvo a dormir mientras tanto, tú velarás por mí. Despiértame cuando tu amor te impulse a llamarme otra vez.

Reflexiones y Prácticas

Por San Fr. Annibale Di Francia

Jesús, llevado ante Anás, es interrogado por él sobre su Doctrina y sobre sus discípulos. Él responde acerca de su Doctrina para Glorificar al Padre, pero no toca a sus discípulos para no faltar a la Caridad. Y nosotros—¿somos intrépidos y valientes cuando se trata de glorificar al Señor o nos dejamos vencer por el respeto humano? Siempre debemos decir la verdad, incluso frente a personas distinguidas. ¿En nuestro hablar buscamos siempre la Gloria de Dios? Para exaltar la Gloria de Dios, ¿lo soportamos todo con paciencia como Jesús? ¿Evitamos siempre hablar mal del prójimo y lo excusamos si oímos que otros lo difaman? Jesús vela por nuestros corazones, ¿y nosotros velamos por el Corazón de Jesús para que no reciba ninguna ofensa que no haya sido reparada por nosotros? ¿Vigilamos sobre nosotros mismos en todo, para que cada uno de nuestros pensamientos, miradas, palabras, afectos, latidos del corazón y deseos sean tantas centinelas alrededor de Jesús, vigilando su Corazón y reparando todas las ofensas? Y para hacer esto, ¿rezamos a Jesús para que vele por cada una de nuestras acciones y nos ayude a velar sobre nuestros propios corazones? Cada acto que hacemos en Dios es una Vida Divina que tomamos dentro de nosotros. Y como somos muy limitados, mientras que Dios es Inmenso, no podemos encerrar un Dios en nuestro simple acto. Por lo tanto, multipliquémoslos todo lo posible para al menos ampliar nuestra capacidad de comprensión y de amor. ¿Estamos listos para responder cuando Jesús nos llama? La llamada de Dios puede hacerse oír de muchas maneras: con inspiraciones, con la lectura de buenos libros, por ejemplo. Puede hacérse oír tangiblemente con las atracciones de la gracia e incluso con las mismas intemperancias del aire.

Mi Dulce Jesús, que Tu Voz resuene siempre en mi corazón; que todo lo que me rodea, por dentro y por fuera, sea la voz continua que me llama a amarte siempre; y

que la armonía de Tu Divina Voz me impida oír cualquier otra voz humana distractora.

¹ Ten en cuenta que el alma ermitaña (Luisa) experimentó la contemplación de los diversos misterios del Salvador por la noche, cuando un breve sueño se alternaba con la contemplación de la Pasión. De esto podemos concluir cuán agradable es a Jesús la contemplación y la oración nocturna. Mientras el ruido del mundo calla y sus habitantes duermen, la gracia del Señor se comunica más abundantemente a las almas que velan con Él. Los sagrados escritores son unánimes en su alabanza de la oración nocturna. “A medianoche me levanté para alabarte” (Salmo 118:62). El mismo Jesús pasó noches enteras en oración, y varias órdenes religiosas siguen Su ejemplo cantando las misas de medianoche. Si esto no es posible, hagamos la buena intención por la noche de alabar y amar a lo Altísimo con cada respiración, con cada latido del corazón durante la noche. Al menos elijamos una hora de la noche aquí y allá para la oración y consideremos cuántos hijos del mundo dedican horas de la noche a preocupaciones terrenales y cuántas noches los pecadores velan para llevar a cabo sus iniquidades. ¿No podrán los piadosos cristianos dedicar una hora de la noche aquí y allá a comunión con Dios, quien les compensará ricamente con bienes espirituales por el sacrificio de descansar durante la noche?

Sacrificio y Acción de Gracias

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