Las veinticuatro horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Las 24 Horas de la Amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo por Luisa Piccarreta, la Pequeña Hija de la Divina Voluntad

Primera Hora
De 17 a 18 h

Jesús se despide de Su Santísima Madre

Preparación antes de Cada Hora

¡Oh, Madre celestial! Se acerca la hora de la separación; así que vengo a Ti. Dame Tu amor y Tus actos de expiación, dame Tu dolor y déjame seguir con Vos paso a paso a Tu adorable Hijo. - Ahora Jesús viene. Te apresuras a encontrarlo con tu gran amor. Viéndolo tan pálido y afligido, tu corazón se aprieta de dolor, te fallan las fuerzas. Casi pareces desmayarte a Sus pies.

¡Madre graciosa! ¿Sabes por qué Tu Hijo ha venido a Ti? Oh, Él quiere despedirse de Ti, decir Su última palabra y recibir el último abrazo tuyo. Madre, me aferro a Ti con toda la ternura de que es capaz mi pobre corazón, para que yo también, abrazado por Ti, pueda recibir el abrazo de Tu adorable Hijo. ¿Me ignoras? O no debería ser más bien una consolación para Ti saber un alma tan cercana a Ti que comparte Tus sufrimientos, Tus sentimientos, Tus actos de reparación?

Jesús, ¡qué lección nos das a través de Tua obediencia infantil y amorosa a Tu Madre en esta hora que es tan desgarradora para Tua ternura! ¡Qué armonía deliciosa entre Ti y Tu Madre María! ¡Qué amor encantador que se eleva como incienso al trono del Eterno y obra por la salvación de todos los pueblos sobre la tierra!

¡Madre celestial! ¿Sabes lo que Tu Jesús quiere de Ti? Nada más que Tua bendición final. Verdaderamente, todo Tu ser no emana nada más que deseos de bendición, alabanza y gloria para Tu Creador. Por eso Jesús también quiere oír la dulce palabra cuando se despide de Ti: “¡Te bendigo, Hijo mío!” Y esta palabra de bendición hace como si toda blasfemia fuera inaudible para Él, descendiendo a Su corazón con su sonido dulce y agradable. Para construir un muro contra todos los insultos de las criaturas, Jesús quiere Tua bendición. Yo también me uno a Ti, Madre graciosa mía. Sobre las alas del viento quiero volar por los espacios celestiales para pedir al Padre, al Espíritu Santo y a los ángeles que bendigan a Jesús, para que cuando vaya a Él pueda llevar Tua bendición. Aquí en la tierra iré a todos los hijos de hombres y pediré bendiciones y alabanzas para Jesús de cada labio, de cada latido del corazón, de cada respiración, de cada mirada, de cada pensamiento, de cada paso y pisada, y si nadie quiere dármelas, entonces las daré en su lugar.

¡Madre mía! Cuando haya vagado por el cielo para recibir una palabra de bendición de la Santísima Trinidad, de los ángeles, de todas las criaturas sobre la tierra, de la luz del sol, de la fragancia de las flores, de las olas del mar, de cada respiración del viento, de cada chispa del fuego, de cada hoja del árbol, de cada estrella brillante, de todo lo que se mueve y agita en la naturaleza, entonces vengo a Ti y uno todas estas bendiciones mías con las Tuyas. Sé que Te traerán consuelo y frescura y que ofrecerás mis bendiciones a Jesús como expiación por todas las blasfemias y maldiciones con las que los hombres lo tratan. Pero mientras yo, Madre mía, estoy ofreciendo todo esto a Ti, oigo Tua voz temblorosa diciendo: “¡Bendíceme también, Hijo mío!” - Jesús, amor mío, bendíceme también Tú con Tua Madre. Bendice mis pensamientos, mi corazón, mis manos, mis pies, mis obras y conmigo a todas las personas!

¡Madre mía! Cuando miras el rostro pálido y afligido de Jesús, la idea de todo el sufrimiento que está por venir despierta en Ti. Ya ves Su rostro cubierto de escupitajos y lo bendices; Su cabeza coronada con espinas, Sus ojos vendados, Su cuerpo desgarrado por golpes de azotes, manos y pies perforados con clavos. Dondequiera que vaya, Tú Lo sigues con Tus bendiciones. En unión contigo, yo también sigo. Si a Jesús se le golpea con azotes, se le pincha con clavos, se le corona con espinas, se le abofetea en la cara, dondequiera que sea encontrarás con tu "¡Te bendigo!" también el mío.

¡Jesús y María, tengo compasión de vosotros! Vuestro dolor en estos últimos momentos es inconmensurable. Parece que el corazón de uno quiere llevarse consigo el corazón del otro. - Oh Madre, arrancad mi corazón de la tierra y atadlo a Jesús para que pueda participar de vuestro sufrimiento. Mientras os abrazáis por última vez, miraros a los ojos por última vez, recibid vuestra ternura y abrazos por última vez. ¿No veis que no puedo vivir sin vosotros debido a mi miseria y al frío de mi corazón? ¡Jesús y María, abrigadme cerca de Vosotros! Dadme Vuestra voluntad y Vuestro amor, enviad las flechas del amor a mi corazón y abrazarme en vuestros brazos. Con Vosotras, querida Madre, quiero seguir a mi amado Jesús paso a paso con la buena intención de consolarlo y refrescarlo, amar y reparar por todo.

¡Jesús, en unión con Vuestra Madre, beso Vuestro pie izquierdo y os pido que me perdonéis a mí y a todas las personas tantas veces como nos hayamos perdido el camino hacia Dios! Gloria al Padre...

Beso Vuestro pie derecho y os pido que me perdonéis a mí y a todas las personas, tantas veces como no hemos luchado por la perfección que nos habéis pedido. ¡Gloria al Padre…!

Beso Vuestra mano izquierda y os pido que compartáis vuestra pureza con nosotros. ¡Gloria al Padre...!

Beso Vuestra mano derecha y os pido que bendigáis cada latido de nuestro corazón, cada pensamiento, cada inclinación, para que, fortalecidos por Vuestra bendición, todos sean santos. Bendecid a todas las personas conmigo y bendecid la salvación de sus almas con vuestra bendición. ¡Gloria al Padre...!

¡Jesús y María! Os abrazo, os acaricio y os pido que hagáis un lugar para mi corazón entre los Vuestros, para que pueda recibir constantemente alimento de Vuestro amor, de Vuestros sufrimientos, de Vuestros sentimientos y deseos, sí, de Vuestra vida. ¡Gloria al Padre...!

Reflexiones y Prácticas

por San Fr. Annibale Di Francia

Antes de comenzar Su Pasión, Jesús va a su Madre para pedirle Su Bendición. En este acto Jesús nos enseña la obediencia, no solo externa sino también interna, que debemos tener para corresponder a las inspiraciones de la gracia. A veces no estamos listos para poner en práctica una buena inspiración, ya sea porque nos frenamos por amor propio unido a la tentación, o por respeto humano, o para no usar violencia santa sobre nosotros mismos.

Pero rechazar la buena inspiración de ejercer una virtud, de llevar a cabo un acto virtuoso, de hacer una obra buena, o de practicar una devoción, hace que el Señor se retire, privándonos de nuevas inspiraciones.

Por otro lado, la pronta correspondencia, piadosa y prudente, a las Inspiraciones Santas atrae más luces y gracias sobre nosotros.

En los casos de duda, uno debe recurrir rápidamente y con justa intención a los grandes medios de oración y al consejo recto y experimentado. De esta manera, el buen Dios iluminará el alma para ejecutar la inspiración sana, aumentándola para su mayor beneficio.

Debemos hacer nuestras acciones, nuestros actos, nuestras oraciones, Las Horas de la Pasión, con las mismas intenciones de Jesús, en Su Voluntad, sacrificándonos como Él lo hizo, por la gloria del Padre y para el bien de las almas.

Debemos colocarnos en la disposición de sacrificarnos en todo por amor a nuestro Amable Jesús, conformándonos con su Espíritu, operando con sus propios Sentimientos, y abandonándonos en Él, no solo en todos los sufrimientos externos y adversidades, sino mucho más en todo lo que Él dispondrá en nuestro interior. De esta manera, en cualquier momento, nos encontraremos listos para aceptar cualquier sufrimiento. Haciendo esto, daremos dulces sorbos a nuestro Jesús. Entonces, si hacemos todo esto en la Voluntad de Dios que contiene todas las Dulzuras y todos los Contenimientos en Inmensa proporción, le daremos a Jesús grandes dulces sorbos, como para mitigar el veneno que otras criaturas Le causan, y consolar su Divino Corazón.

Antes de comenzar cualquier acción, invoquemos siempre la Bendición de Dios, para que nuestras acciones tengan el toque de lo Divino, y puedan atraer Sus Bendiciones no solo sobre nosotros, sino también sobre todas las criaturas.

Mi Jesús, que Vuestra Bendición me preceda, me acompañe y me siga, para que todo lo que haga lleve el sello de vuestro “Os bendigo”.

Sacrificio y Acción de Gracias

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